domingo, 29 de enero de 2012

Proceso de Socialización

Socialización es el proceso de incorporación del individuo a la sociedad. Es el proceso por el cual se estimulan, se generan y se desarrollan características comunes en la personalidad de los individuos.

            Una sociedad tiene que mantener unos vínculos entre los individuos que la conforman. Los individuos necesitan del grupo para poder desarrollarse.

            Cómo se generan y mantienen esos vínculos y el desarrollo de los individuos, está condicionado por la sociedad.

            Todo esto se produce en el proceso de socialización, de los más estudiados en la sociología y la psicología social, aunque el estudio de la socialización fue monopolizada por la sociología funcionalista.

            Así contribuyó a una idea de incorporación como interiorización o internalización de la realidad social de los individuos.

            También se aportó a la idea de que la desviación social era producto de una socialización defectuosa, producto de un mal funcionamiento de las instituciones encargadas de la socialización, como la familia.

            El orden, la armonía y la estabilidad social como objetivo del proceso de socialización fue duramente criticado desde unas perspectivas teóricas.  La combinación del psicoanálisis con el marxismo estructuralista de los años sesenta entendió la socialización como imposición, como represión, sublimación de los instintos y ataduras sociales.

La revolución sexual y la comunas fueron la punta de lanza en la construcción de una nueva forma de comunidad sin las convenciones “castradoras” de la sociedad. Aunque estas nuevas propuestas facilitaron el cambio social, la “relajación de las costumbres” y unas relaciones sociales menos rígidas.

Los intentos por crear “sociedades sin socialización” han generado más fracasos que éxitos. El rechazo a cualquier medida de represión, hace que cualquier elemento perturbador de la convivencia amenace la supervivencia de la comunidad.

Las críticas a las teorías funcionalistas no tuvieron demasiado en cuenta que se hicieron en un contexto en el cual la diversidad social generada por la inmigración parecía cuestionar la idea misma de sociedad.

Los Estados Unidos fueron creciendo a golpe de inmigración, muy acusada en el primer tercio del siglo XX (irlandeses, polacos, italianos…) y la preocupación por lo que hoy decimos, la cohesión social y los mecanismos de integración, fue lo que alimentó el enfoque normativo y de los valores comunes a la perspectiva funcionalista.

La sociedad que quiera continuar siendo una sociedad, necesita de unos mecanismos de reproducción, que incorpore a los nuevos miembros a una estructura o que se acuerden de alguna manera si se trata de crear una sociedad nueva.

Estos mecanismos de reproducción son:

§  Control social
§  Adscripción identitaria

El “control social” se basa en la necesidad que tenemos los individuos de vivir en grupo. Cuando una persona se desvía de la norma, enseguida se generan mecanismos de control. El “qué dirán”, por ejemplo, ha funcionado como mecanismo de integración.

Los individuos con una personalidad más fuerte pueden escaparse a este control con la emigración o bien buscando aliados para conseguir cambiar la norma, que es la base de la acción colectiva.

Pero las sociedades tienen mecanismos más coercitivos. La génesis del derecho está en la definición de la norma y en la regulación de las penas para aplicar a los individuos que la transgreden.

Y la génesis del estado está en el monopolio de la violencia legítima, la que se aplica a estos individuos.

La coerción física no es eficaz si hay que ejercerla constantemente, por lo que se necesitan oto tipo de mecanismos que favorezcan que los individuos no quieran apartarse de la norma, es decir, que su “identidad” se aproxime a la identidad de la media, que quieran por su voluntad pertenecer al grupo porque comparte los valores, los símbolos, las señas de identidad del grupo.

En realidad, la adquisición de la identidad es un fenómeno complejo en el cual tiene mucho que ver lo que hace el individuo, la actividad que desarrolla.

El análisis del proceso de socialización está muy influido por la teoría de los “roles”.
                       
            Los roles son los papeles definidos socialmente e interpretados por los individuos.
           
            Los individuos son actores que interpretan diferentes papeles de acuerdo a un guión escrito por la sociedad.

            La vida social se compone de rutinas. Estas rutinas lo que hacen es tipificar, categorizar las situaciones sociales, y los roles son los patrones de conducta aplicables a estas situaciones sociales tipificadas.

            Si los roles no responden a los patrones esperados, entrarían en acción los mecanismos de control social (caso de un médico que en consulta no lleve bata, fume, no trate con respeto al paciente, le haga sentarse en el suelo, no recete medicamentos… se crearía primero mala reputación profesional y, además, podría tomar cartas en el asunto el Colegio de Médicos e inhabilitarlo).

            Sin embargo, si podemos decir que todos los médicos son iguales o que se parecen mucho, es porque las relaciones en la facultad, las prácticas, la formación como residentes ha hecho mella en el carácter de los estudiantes en el proceso de socialización hasta convertirlos en médicos.

            El ejercicio de los roles por los que va pasando el individuo es lo que va configurando la personalidad de los individuos. La socialización se podría reducir al ejercicio de los sucesivos roles en la vida de un individuo. Y confiere personalidad porque el ejercicio de los roles no es una actividad sin consecuencias para la psique del individuo.

            El ejercicio de los roles lleva asociado una dimensión emocional a menudo muy fuerte, que es lo que deja huella en los individuos. Es lo que va construyendo la identidad.

            Los sentimientos son producto de lo que hacemos y no al revés.

            El papel que juegan los uniformes (monje, policía, médico…) es clave en todo este proceso. Es una derivación más del debate entre lo innato y lo adquirido, pero hay diferentes formas de ser. Y estas diferencias tienen que ver con características innatas.

            Las características comunes son las que se producen cuando uno se viste un uniforme y todo el mundo espera que actúe de acuerdo a un patrón de conducta determinado. A menudo romper ese patrón genera grandes costes materiales y emocionales.

            Es muy importante la puesta en escena (la tarima de la mesa del profesor, el título en la pared de la consulta del médico, la silla más alta del jefe…). La generación de emociones depende mucho de la disposición de los objetos y del lugar que ocupan los individuos.

           

            En este ejercicio de roles hay un momento clave, que es el cambio de papel y la ritualización de ese cambio de rol. El abandono de un rol y el comienzo del ejercicio de uno nuevo mediante un rol de paso.

            Los rituales, las ceremonias o liturgias tienen un doble objetivo:

1.      El individuo se ve cambiado, diferente. Tiene que dejar de hacer las cosas que hacía con su antiguo rol y empezar a hacer las cosas de otra manera, de acuerdo a su nuevo estatus u ocupación.

2.      La comunidad te reconoce este cambio, con lo cual las expectativas también cambian.

La codificación del ritual facilitaba la transición de un estatus a otro.

Los rituales de paso han estado presentes en la vida pública y en la vida cotidiana de las sociedades tradicionales. A menudo este cambio de rol tiene una señal externa y produce expectativas y patrones de conducta tipificados.

Uno de los problemas de las sociedades desarrolladas y secularizadas es la descodificación de estos rituales. (¿cuándo se es joven o ya adulto? Muchos jóvenes no saben qué se espera de ellos o se ven ante contradicciones cuando se les pide que sean alegres y responsables a la vez).

La descodificación de los rituales no significa que éstos no sean necesarios para la vida social ni que los individuos generen ceremonias “laicas” para constatar su cambio de rol (caso de las despedidas de soltero…).

En las conversiones religiosas o en la captación de miembros de sectas, los rituales de paso que sirven como conversión se convierten en procesos resocializadores, en el sentido de que intentan borrar toda la identidad previa del individuo y proporcionarle una nueva identidad y una ubicación identitaria nueva en una nueva organización social.

El mecanismo es:

-      Dotar de una identidad nueva (ej: nuevo nombre).

-      Nueva visión del mundo reforzada por las jerarquías del nuevo grupo de adscripción y por el mismo grupo.

Estos cambios de identidad son poco frecuentes. Se dan más donde el cambio social ha sido muy fuerte. Este cambio puede provocar que los referentes tradicionales dejen de ser referentes y algunos individuos busquen en las sectas una estabilidad emocional que no tienen en su vida diaria.

Pero para la mayoría de los individuos el yo se va construyendo con una cierta continuidad. A veces se producen conflictos de rol (cuando el mismo individuo tiene que desempeñar dos papeles que se oponen entre sí), más cuantas más situaciones distintas vive un individuo, cuanto más diversificada esté la vida social (jefe autoritario en la oficina y que se deja avasallar en su casa. Puede tener una crisis si su mujer lo visita en el trabajo).

La vida en las sociedades modernas es compleja para construir esa coherencia del yo.

La teoría del rol y de los rituales de paso tiene muchas implicaciones y consecuencias educativas, tanto en la institución escolar como en la educación social. La escuela ha sido una institución con una regulación muy fuerte de las conductas esperadas.

Existe una gran variabilidad en el ejercicio del rol. Pese a ello, hay un nexo común que define el rol de profesor, que lo sitúa en una relación de dominio respecto al alumnos, y que marca un campo de juego delimitado.

Algunos problemas que se dan en la escuela por no tener claras las expectativas; los alumnos no saben qué se espera de ellos o diferentes actores esperan cosas muy distintas.

El juego de las expectativas recíprocas es tan importantes en la escuela que a veces unas expectativas sesgadas pueden producir los efectos esperados. Es el etiquetaje o efecto Rosenthal.

El poder de la etiqueta (el flojo, el travieso, el mal estudiante o el bueno) puede ser demoledor para los alumnos, los profesores o cualquier persona que entre en esta dinámica.

En el ámbito de la educación social también funciona el etiquetaje (“familia desestructurada” o “joven conflictivo”). Hay que tener mucho cuidado con el argot profesional para que no se convierta en etiquetas que fijen unas expectativas que acaben generando profecías que se cumplen a sí mismas.

La institución escolar está repleta de rituales de paso, algunos muy codificados y otros menos pero no menos potentes.

Toda preparación tiene dos momentos clave que se suelen ritualizar:

1.      El acceso

2.      La salida

El acceso puede ser una cosa sencilla o puede complicarse. Y la salida es a la vez una despedida y una comprobación de que se han asumido los principios básicos de la institución formadora.

Las ritualizaciones intermedias tienen como finalidad estimular a los alumnos para que vayan progresando en la institución y que vayan madurando (paso de infantil a primaria: “Eso es cosa de niños pequeños; ahora sois mayores y debéis comportaros de otra forma”). Este esquema se puede aplicar a instituciones educativas no escolares.

Otra consecuencia importante de la teoría de los roles es la llamada “educación en valores”. Expresa la crisis de la educación cuando se necesita explicitar que es necesario que los alumnos adquieran unos determinados valores que no son precisamente los dominantes en la sociedad.

Lo peor de todo es cuando esta educación en valores se transforma en una asignatura.

El planteamiento de la educación en valores como estrategia discursiva no sólo es eficaz, sino que puede llegar a ser contraproducente, ya que los alumnos lo viven como adoctrinamiento y se inmunizan ante lo que los profesores les sermoneen.

Los valores no son una realidad preexistente a la conducta, es la conducta. Sólo se consiguen valores si se practican. Lo mismo para los valores de convivencia, libertad o democracia.

Esta diferencia entre lo que hace y lo que dice un educador nos lleva a otra discusión eterna en el ámbito educativo. Se podría traducir en términos de rol si un educador debe comportarse de una forma mientras está con los educandos, pero está libre de esta atadura fuera “de su horario laboral”.

En definitiva, se hace de educador un rato o se es educador. La respuesta es obvia. A partir de hacer de educador, una persona se convierte en educador, y los elementos identitarios que se generan se transfieren a los otros ámbitos públicos y privados de la vida del educador.

Otro dilema en el ejercicio del rol de los educadores es hasta qué punto un educador puede considerarse un igual respecto a los educandos. El rechazo al autoritarismo y a las jerarquías ha creado la ilusión de que se pueden eliminar todas las barreras entre educadores y jóvenes.

Pero la distancia de rol es demasiado clara para ser eliminada, porque los propios jóvenes son los primeros en no ver como igual a una persona que, en realidad, no es como ellos.

Los educadores más “enrollados” suelen ser los menos respetados y los que menos pueden actuar en situaciones de conflictos, cuando una de las expectativas de rol es que actúen en este tipo de situaciones.

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