domingo, 29 de enero de 2012

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MASAS

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MASAS


            La atribución de todos los males de la sociedad a la televisión en los hogares y en la cultura de masas, sigue vigente.

            Uno de los pilares de los argumentos críticos contra la televisión se basa en la crítica de los contenidos que emiten y en los valores que promueven estos contenidos, perjudiciales para la preparación de la ciudadanía en un contexto democrático, tolerante e integrador.

            Se trata del debate entre el efecto o la causa. La complejidad de lo social nos impide dar respuestas simplistas. Por las audiencias, la televisión amplificaría la violencia que existe en la sociedad. Pero ello no quiere decir que cuando no existía la televisión las sociedades fueran más pacíficas que las actuales, más bien al contrario.

            Las televisiones comerciales se deben a la audiencia y por eso programan los espacios que prevén la van a tener mayor.

            Es cierto que se dan casos de imitación acrítica y lesiva de una conducta que se ha visto en un programa y que ciertas escenas escandalizan, pero esta imitación sólo se da en casos donde la vulnerabilidad de los individuos hay que buscarla en otras razones.


            Los mismo pasa con la publicidad. Ni la publicidad ni la televisión tienen el poder fabuloso que a veces se les atribuye. Los niños y jóvenes son colectivos con muy poca fidelidad.

            La influencia de la publicidad es efímera; por eso las grandes marcas tienen que hacer continuas campañas de promoción y el constante uso de técnicas de ventas de mercado.

            La discusión sobre los efectos de los contenidos y su relación con la educación de niños y jóvenes ha dejado de lado la reflexión sobre otros tipos de efectos, más perjudiciales a largo plazo.

            Lo peor de la televisión no es lo que hace, sino lo que dejan de hacer los niños cuando la miran, sobre todo cuando lo hacen muchas horas al día. El sedentarismo y la falta de otras fuentes de estímulos son mucho más empobrecedores que el lenguaje soez.

            Pero de eso no tienen la culpa los medios, sino el entorno familiar. Se entra en el debate sobre la relación entre los agentes educativos y la televisión. Las condiciones laborales y vitales de muchas familias  hacen que la “canguro electrónica” sea eficaz y barata cuando no se tienen fuerzas para estar pendientes de los niños.

            Las posibilidades de una televisión educativa son más bien remotas, porque las televisiones, sobre todo las privadas, tienen una función comercial que cumplir.

            Cabría esperar de la televisión pública que no rigiera por los mismos principios que las cadenas privadas. La televisión en sus diferentes formatos está y va a estar presente en la vida de la mayoría de familias, y esto hay que tenerlo en cuenta desde el punto de vista educativo. 

            El análisis crítico del contenido de los programas puede ser una herramienta muy interesante, pero demonizar la televisión porque nos hace la vida más difícil, desde el punto de vista educativo, puede ocultar las propias limitaciones de las agencias principales de socialización.

 

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